miércoles, 8 de marzo de 2017

“Venid, benditos (…) Apartaos, malditos”


“Venid, benditos (…) Apartaos, malditos” (cfr. Mt 25, 31-46). En el día del Juicio Final, Jesús les dirá, a los que se salven: “Venid, benditos”, mientras que, a los que se condenen, les dirá: “Apartaos, malditos”. ¿En qué se basará para bendecir a unos y maldecir a otros? En las obras libremente realizadas por cada uno: a quienes libremente practiquen la misericordia para con sus prójimos más necesitados, les dará misericordia, los bendecirá y los introducirá en su Reino, para siempre. En cambio, a los que libremente se negaron a ser misericordiosos, les negará misericordia, los maldecirá, y los arrojará fuera de su Presencia, el Infierno. Ambos destinos, son para siempre.

“Venid, benditos (…) apartaos, malditos”. Jesús es un Dios Misericordioso, y puede que, quienes interpretan mal a esta misericordia, consideren que Jesús es incapaz de maldecir, y sin embargo, sí lo hará, al fin de los tiempos. No de modo arbitrario –lo cual sería algo injusto-, sino según su Divina Justicia, porque dará a los buenos lo que los buenos se ganaron con sus obras libremente realizadas, y dará a los malos lo que los malos libremente escogieron con sus malas obras y con sus ausencias de obras de misericordia. Por lo tanto, es injusto acusar a Dios de la condenación eterna de un alma –o de un ángel-, porque lo que Él hace con su Divina Justicia es simplemente respetar, al máximo, la libre decisión, sea del hombre o del ángel, de realizar o no obras buenas. El encuentro con el prójimo más necesitado se convierte, en esta perspectiva, en la oportunidad de ganar el cielo, para siempre, si obramos para con él la misericordia, aunque también se convierte en la oportunidad de perderlo para siempre y de ganar el Infierno, si es que cerramos nuestro corazón a su pedido de auxilio. En este sentido la Cuaresma, al ser un tiempo dedicado exclusivamente a la penitencia y a las obras de misericordia, es un tiempo ideal para ganar el cielo.

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